Es nuestra casa. Una casa gigantesca en la que gritamos, nos emocionamos, lloramos y nos abrazamos a miles de desconocidos para festejar un gol agónico. En cada uno de sus rincones se esconden incontables historias: algunas populares y públicas; otras secretas y privadas. Goles electrizantes, vueltas olímpicas, jugadas memorables, aniversarios, partidos inolvidables. En definitiva, el Monumental es sinónimo de incalculables recuerdos que guardaremos por siempre en nuestros corazones.
Visitantes de todo el planeta viajan miles de kilómetros sólo para tocar sus muros, como si se tratase de un templo. Pero ello no sorprende: después de todo, el Monumental es una de las mecas del fútbol mundial y en sus gradas se reúnen todas las semanas, desde hace más de 75 años, miles de feligreses para celebrar la fiesta del fútbol.
El gigante de cemento —que forma parte indiscutible de la geografía de la ciudad— es, también, una escultura viviente. En sus entrañas, el Club late y respira. En los vestuarios, en la piscina olímpica, en las cafeterías, en las salas rebalsadas de trofeos, en los salones decorados con murales de Benito Quinquela Martín —que representan los primeros años del Club en el barrio de la Boca—. El Monumental es una obra maestra de la ingeniería, de la arquitectura… una obra maestra del arte. Y es nuestro preciado hogar.
SU HISTORIA
Cuando en 1933 Antonio Vespucio Liberti asumió su primera presidencia en el Club, una idea alocada comenzó a rondar su mente: construir el estadio más grande de la Argentina. Para aquel entonces, los viejos tablones de la cancha de Alvear y Tagle quedaban chicos para albergar a la comunidad de hinchas riverplatenses que todos los domingos abarrotaban las tribunas.
Cuando en 1933 Antonio Vespucio Liberti asumió su primera presidencia en el Club, una idea alocada comenzó a rondar su mente: construir el estadio más grande de la Argentina. Para aquel entonces, los viejos tablones de la cancha de Alvear y Tagle quedaban chicos para albergar a la comunidad de hinchas riverplatenses que todos los domingos abarrotaban las tribunas.
Fue así como el 31 de octubre de 1934 se firmaron los boletos de compra de los terrenos de 83.950 metros cuadrados ubicados en el barrio de Núñez. ¿El precio? 569.403 pesos. El 25 de mayo del año siguiente, además de celebrar un nuevo aniversario del Club, los dirigentes colocaron la piedra fundamental y el 27 de septiembre del 36 comenzaron las obras bajo la dirección del estudio Aslan y Ezcurra Arquitectos.
Si bien el costo de la obra fue presupuestado en 4.479.545,80 pesos, se decidió postergar la construcción de la cabecera norte con el fin de financiar las tareas de mejor manera. Las tribunas que se levantaron en esta primera etapa fueron la Oficial, la Centenario (que daba a la avenida del mismo nombre, hoy Figueroa Alcorta) y la Río de La Plata (actualmente llamada Belgrano). La altura de las tribunas era de 32 metros. Además, en el campo de juego se construyó una pista olímpica de 400 metros de largo y se edificaron vestuarios, gimnasios y salones para la práctica de diversos deportes y actividades sociales.
El 26 de mayo de 1938, 70.000 personas —una cifra nunca vista antes en el fútbol argentino— llenaron el nuevo estadio para presenciar la inauguración del Monumental. River venció a Peñarol por 3-1 y formó de la siguiente manera: Sirni; Vassini y Cuello; Malazzo, Minella y Wergifker; Peucelle, Vaschetto, Ferreyra, Moreno y Pedernera. ¿Quién fue el primero en marcar un gol en el joven estadio? Carlos Peucelle, uno de los primeros héroes del profesionalismo. Al suyo le siguió un tanto del gran Bernabé Ferreyra y otro más del genial Charro Moreno. Mejor inauguración, imposible…
En 1941, River obtuvo el título en el cemento de Núñez. Sería el primer eslabón de una cadena plagada de alegrías que parece no tener fin. La “herradura” —como se conocía popularmente al estadio— se cerró parcialmente en 1958 bajo la presidencia de Enrique Pardo, gracias a la venta de Enrique Omar Sívori a la Juventus de Italia por 10 millones de pesos.
Con el correr de los años, además de ser el hogar de todos los riverplatenses, el Monumental se convirtió en la casa de la Selección Nacional y, por lo tanto, de todos los simpatizantes del fútbol vernáculo. Fue escenario, entre muchos otros encuentros memorables, de aquel famoso Argentina 3 - Inglaterra 1, en 1953, con el “gol imposible” de Ernesto Grillo (la primera vez que Argentina logró vencer a los “padres del fútbol”).
Con el correr de los años, además de ser el hogar de todos los riverplatenses, el Monumental se convirtió en la casa de la Selección Nacional y, por lo tanto, de todos los simpatizantes del fútbol vernáculo. Fue escenario, entre muchos otros encuentros memorables, de aquel famoso Argentina 3 - Inglaterra 1, en 1953, con el “gol imposible” de Ernesto Grillo (la primera vez que Argentina logró vencer a los “padres del fútbol”).
Desde luego, el mayor hito del conjunto nacional se produjo en 1978. Ya en la “herradura” definitivamente cerrada —para el Mundial se construyó la tribuna Almirante Brown alta—, Argentina gritó campeón en el Monumental. Daniel Alberto Passarella levantó la Copa y el combinado conducido por César Luis Menotti dio la vuelta olímpica ante un estadio desbordado de algarabía y pasión.
El 29 de noviembre de 1986, el estadio fue rebautizado con el nombre de su mentor: Antonio Vespucio Liberti.
El 29 de noviembre de 1986, el estadio fue rebautizado con el nombre de su mentor: Antonio Vespucio Liberti.
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