Viendo y analizando este River de Gallardo me di cuenta que hay una columna vertebral formada y un primer ladrillo para empezar a formar una pared de emociones y buen juego.
Un tipo, un León, un guerrero, respetado por su primera etapa y que en esta segunda etapa recorrió y alterno buenos y malos rendimientos, siendo hoy una pieza clave en este rompecabezas Gallardista.
Todos recordamos cuando vino allá por el 2011 a afrontar un momento que en este minuto no quisiera que pase por mi cabeza. Qué sufrió y sufrirá cargadas por aquel mal episodio que le tocó vivir. A sus 30 pirulos después de recorrer el fútbol, a mi gusto el mejor, español y de ver de cerca a un tal Leonel Messi y de escuchar indicasiones de Pep Guardiola, pegó la vuelta, y eligió ponerse la banda algo que en algún momento le género conflicto con el club rosarino. Alterno malos y buenos momentos en la era Ramón. Siendo el suplente nada más y nada menos que de Matías Kranevitter, que hasta ese momento era un jugador que no tomo dimensiones de ahora.
Con Gallardo en el banco encontró ese lugar, ese momento que tanto buscaba y no se le daba, siendo hoy uno de los referentes indiscutible de este River dejando el alma y el corazón, como decía aquella frase de cancha, vivió momentos horribles cuando le tocó ir y jugar en el inodoro cerca del Riachuelo. Siendo víctima de semejante ataque cobarde.
Con 9 títulos en su espalda, jugador con más títulos vistiendo el manto sagrado igualando nada más y nada menos que a dos estandartes de River. El Beto y Labruna. Debajo de Hernán Díaz y Leo Astrada (10 y 12).
Siendo capitán con la ida de Trapito. Levantado la segunda recopa, jamás pataleo por no jugar. De algo se tiene que quedar tranquilo Leo. Qué el hincha lo tiene presente y lo tendrá por mucho tiempo, hasta el momento de su despedida con el manto sagrado en la piel. Sos leyenda León.
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